La escritora irlandesa, Claire Keegan, escribe un cuento traducido como Tres luces. Forster es el verdadero nombre aunque aún no encuentro sentido ni explicación a ninguno de los dos.
En esta novela corta, Keegan habla de la experiencia de una niña que tiene alrededor de 10 años, y que es parte de una familia de escasos recursos. Ante la llegada inminente de un hermanito, los padres deciden enviarla por un tiempo al campo de unos extraños que se dedicarían a cuidarla.
En la mirada de esta niña, se asombra con cosas cotidianas que no tienen explicación. En uno de los primeros capítulos hace referencia a cómo su padre le mentía, y que en caso de que esa mentira fuera verdadera qué lindo sería.
Esta inocencia al plantear que no hace falta ocultarle la verdad, que ella ya comprende aún siendo niña que las cosas no deben ser disfrazadas para que parezcan mejores, porque son lo que son.
En una segunda oportunidad, la verdad se mezcla con el secreto, y habla desde la voz de otro personaje que donde hay secetos hay vergüenza y que podríamos prescindir de ella.
A lo largo del libro uno puede ir descubriendo los secretos de todos, la curiosidad, la verdad que se larga con cuentagotas y cómo terminamos siendo todos similares en estos aspectos. Que sólo la experiencia es la que nos marca a fuego y nos transforma. Que de una mala situación se puede transformar en algo mejor.
Hay cosas que vivimos de chicos, que con los recuerdos las fuimos coloreando, pero que nos dejaron una marca. No es necesario tener padres sustitutos por un verano para comprender que la forma de relacionarse y de entender a la familia no es idéntica para todos. La personalidad de cada uno se nutre de lo vivido y de lo no vivido pero experienciado a través de la vida de otros. Y de los libros.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario