En esta edición de entropía podemos leer tres historias: El intercesor, El ataúd de ébano y La ruta de la mangosta.
El tema en común, o al menos así lo encontré yo, es la muerte. Ronda la muerte en El intercesor, en la Buenos Aires de 1871, en pleno brote de fiebre amarilla. Allí sentí al Gaucho Martín Fierro con su constante huída. Los fortines criollos y los contornos de la pampa rosista con la pampa del índio:
Él anda siempre juyendo,
siempre pobre y perseguido,
no tiene cueva ni nido,
como si juera maldito,
porque el ser gaucho... barajo!
el ser gaucho es un delito.
La cita del primer texto es bien clara: "...era el diablo el autor de ese espectáculo. (Joseph Conrad)".
Dentro del segundo relato, El ataúd de ébano, una dupla fabulosa que intenta negociar con la muerte. ¿Acaso no es la muerte una buena oportunidad para hacer negocios? El recorrido por las calles de la ciudad trasladando ataúdes robados para comercializarlos luego a los desesperados que necesitaban enterrar a sus muertos.
La cita inicial de este texto dice: "Un vivo puede prescindir de botas, pero un muerto no puede vivir sin su ataúd", Alejandro Pushkin.
La fórmula de la vida eterna es a través del robo del último suspiro, o similar. Este trabajo que se "hereda" entre aprendiz y maestro, no siempre se puede retener. Quizás haciendo autoreferencia, el protagonista de esta historia también transcurre un período en Francia, al igual que el autor de la novela.
Recomiendo adentrarse en estos relatos, y en la lectura de Diego Muzzio.
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